Muchas personas que han empezado a estudiar las doctrinas de la gracia se han encontrado en algún momento con este pasaje: «el cual [Dios] quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad», 1 Timoteo 2:4.
Para cierto grupo de creyentes este pasaje no genera ninguna controversia, sin embargo, cuando leemos otros textos como Efesios 1 o Romanos 9, las cosas parecen complicarse. Observe lo que dice Pablo en los versículos 3 al 5 de Efesios 1:
«Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad».
Efesios 1:3-5
Y lo contrasta en su epístola a los Romanos, diciendo:
Así que no depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia […] De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.
Romanos 9:16, 18
Así es. 1 Timoteo 2:4 no sería tan controversial si estuviéramos dispuestos a aceptar que Dios no ha escogido a ningún ser humano antes de la fundación del mundo por el puro afecto de su voluntad, sino que la salvación depende del quiere y del que corre (Ro. 9:16).
Pero no tan rápido, si queremos aceptar tal postura, tendríamos que arrancar la primera página de Efesios y muchas otras hojas más de nuestras Biblias.
¿Cómo entender entonces la tensión entre lo que Dios desea y lo que Dios hará? Un buen intérprete de la Biblia debería poner todos esos textos a dialogar entre sí, no enamorarse de alguno. Y para hacerlo, quiero explicarte una asombrosa doctrina conocida como «el decreto de Dios».
En este corto artículo presento la gran diferencia entre lo que Dios desea de manera general y lo que Dios ha decretado que hará de manera particular.
La voluntad decretada de Dios
A esta voluntad se le conoce también como “voluntad soberana de Dios” y consiste en que todo lo que Dios ha predestinado que ocurra, para el cumplimiento de su plan supremo (que es su propia glorificación por medio de la exaltación de su Hijo) se cumplirá.
La Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689 nos ayuda a entender este misterio:
«Dios, desde toda la eternidad, por el sapientísimo y santísimo consejo de su propia voluntad, ha decretado en sí mismo, libre e inalterablemente, todas las cosas que suceden; sin embargo, de tal manera que por ello Dios ni es el autor del pecado ni tiene comunión con nadie en el mismo; ni se hace violencia a la voluntad de la criatura, ni se quita la libertad o contingencia de las causas secundarias, sino que más bien las establece […]. en lo cual se manifiesta su sabiduría en disponer todas las cosas, y su poder y fidelidad en efectuar su decreto».
Capítulo 3, párrafos 1 y 2
En ese sentido, cada promesa, cada pacto y cada profecía que se encuentra en la Biblia se cumplirá, debido a la soberana y todopoderosa voluntad de Dios que así lo determinó.
Algunos pasajes nos ayudan a entender mejor en qué consiste la «voluntad decretiva de Dios».
- Proverbios 19:21 nos enseña que esta voluntad decretiva de Dios no será frustrada por el actuar humano. “Muchos pensamientos hay en el corazón del hombre. Mas el consejo de Jehová permanecerá”. (Aquí la palabra consejo [etsá] significa designio, es decir, propósito).
- Isaías 14:24-27 y 46:10-11 nos enseñan que esta voluntad decretiva de Dios fue planeada en el consejo eterno de Dios, y que por tanto se cumplirá en el tiempo designado, sin vacilación. “Jehová de los ejércitos juró diciendo: Ciertamente se hará de la manera que lo he pensado, y será confirmado como lo he determinado” (Is. 14:24).
- Salmos 115:3 y 135:6 nos enseñan que esta voluntad decretiva de Dios está en plena armonía con sus atributos, pues Dios sólo puede hacer lo que quiere, que es lo bueno, lo justo, lo santo, lo perfecto y lo que le da así mismo más gloria. “Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho” (Sal. 115:3).
- Romanos 9:19 nos enseña que esta voluntad decretiva de Dios no puede ser resistida por el ser humano, hueste celestial o demonio alguno. Pablo hace una pregunta retórica: «Porque, ¿quién ha resistido su voluntad?».
La voluntad decretiva de Dios es la que explica pasajes como 1 Timoteo 2:4 o 2 Pedro 3:9 (aunque en el caso de 2 Pedro 3:9, la aparente incongruencia se resuelve analizando los destinatarios de la carta, los santos escogidos de la iglesia dispersa en Babilonia).
Dos preguntas para el análisis
En 1 Timoteo 2:4 Dios afirma que su voluntad es que oremos por todos los seres humanos. El texto dice: “el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad”.
Una primera pregunta para el análisis es: ¿Si Dios predestinó a un grupo de elegidos, para qué orar y evangelizar? La respuesta es que la oración que Dios nos pide hacer por otros no está basada en nuestra preferencia ministerial, sino que es un mandato simplemente porque para Dios esto es “bueno y agradable” ante sus ojos (1 Ti. 2:3).
La segunda pregunta que vale la pena hacerse aquí es: ¿acaso no contradice 1 Timoteo 2:4 la doctrina de la predestinación de un grupo específico de personas para salvación? La respuesta es que no. La Biblia no se contradice a sí misma, sino que se complementa.
Por ejemplo, la Biblia nos enseña que Dios no se complace “en la muerte del impío, sino en que el impío se aparte de su camino y viva” (Ez. 33:11). Sin embargo, aunque no se complace en la muerte del impío, decretó su muerte eterna en el lago de fuego. Observe:
- “Mía es la venganza y la retribución; a su tiempo el pie de ellos resbalará, porque el día de su calamidad está cerca, ya se apresura lo que les está preparado” (Dt. 32:35).
- «Entonces [Dios] dirá también a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles» (Mt. 25:41).
De allí que una cosa es lo que Dios ha decretado de manera particular: la salvación de los elegidos y la muerte de los pecadores (vea Ro. 9:20-24), y otra cosa es lo que Dios desea de manera general: que el género humano sea salvo y que la muerte no reine en el mundo.
Una vez llegados aquí, podemos responder si es verdad o mito que Dios quiere que todos los hombres sean salvos. La respuesta es que sí es verdad (¡la Biblia lo dice!), pero, ojo, esa es sólo una parte de la verdad: Dios también ha decretado (y eso es lo que hará) salvar sólo aquellos que están en Cristo y han depositado su fe en él, esto es, sus escogidos (Jn. 3:16).
Una aplicación personal
Si es la primera vez que lees sobre la doctrina de la predestinación o elección incondicional, puede que tengas dolor de cabeza en este momento. No te preocupes, en El Camino de Damasco seguiremos compartiendo más contenidos sobre este tema.
Por el momento, quiero darte una aplicación personal, pensando en la pregunta: ¿qué provecho tiene saber que Dios ha decretado todas las cosas que ocurrieron, ocurren y ocurrirán? La respuesta es sencilla: saber que Dios tiene el control de toda la historia humana, y que cada cosa que pasa en el mundo está dentro de su plan eterno, nos debe llenar de paz y gozo.
Si mi salvación o mi futuro familiar y laboral dependieran de mis acciones, ¡ciertamente estaría en serios problemas! En mis años de vida cristiana he podido comprender que, si no fuera por la intervención divina de Dios para dirigir mis asuntos, estaría perdido.
Te animo a que confíes en este precioso atributo de Dios: su soberanía. Él tiene el control de tu vida, incluso ha diseñado cada uno de tus días antes de que nacieras, ¡antes de que fuese fundado el mundo! (Lee Efesios 2:10).
Que el decreto de Dios permanece inalterable es la mejor noticia, y también una gran exhortación personal: ¿qué haremos ante este soberano Dios? Te invito a conocerle cada día más.