Jesucristo: la simiente aplasta cráneos

Queriendo mostrar las riquezas de su gracia, Dios no desechó a la primera pareja, sino que le prometió redención del pecado y libertad del dominio de Satanás. Si bien el pecado trajo consigo una continua enemistad entre el diablo y la mujer, en el tiempo designado un descendiente de la mujer tendría una victoria contundente al aplastar la cabeza de la serpiente, Satanás, acabando su reinado de muerte e inaugurando una nueva era de paz entre Dios y los seres humanos. Este es cuarto capítulo de la serie: Buenas nuevas para un mundo en crisis.


La historia de la caída de Génesis 3 revela tanto un juicio como una promesa de salvación. Si bien el texto señala una serie de sentencias por el pecado, también muestra la manera como el Señor traerá redención a los descendientes de Adán.

En Génesis 3:15 el Señor le dice a la serpiente espiritual, Satanás: «Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar». Lo que enseña el pasaje es que la salvación de los caminos perversos de la serpiente vendrá a través del juicio. El juicio cae sobre la serpiente cuando la simiente de la mujer aplasta su cabeza, pero el juicio cae sobre la simiente de la mujer cuando la serpiente hiere su talón. Así mismo hay juicio para la mujer porque el alumbramiento de la simiente salvadora será doloroso y la relación entre el hombre y la mujer —necesaria para que nazca la simiente— será hostil. El juicio cae también sobre el hombre cuando Dios maldice la tierra en donde vivirá la simiente de cuyo fruto será alimentada.[1]

Así que, en el corto espacio de Génesis 3:14-19 Dios es mostrado como justo y misericordioso. Él mantiene en alto su justicia y al mismo tiempo ofrece esperanza a los rebeldes pecadores. Él ejecuta su sentencia como un legislador imparcial al condenar la maldad, pero revela su carácter misericordioso al proveer una solución al problema legal del ser humano. Todo lo anterior pone de manifiesto el plan de Dios para la humanidad mediante un descendiente de Adán que acabará con el pecado.

En esto consiste el proto-evangelio. La palabra «proto» indica prioridad, preeminencia o superioridad; la palabra «evangelio» significa buena nueva de salvación. Así que el proto-evangelio hace referencia a la primera promesa de salvación hecha a la humanidad. En las próximas páginas nos dedicaremos a explorar cada uno de los elementos que constituyen este mensaje y de qué manera apuntan a Jesucristo.

  • Proto-evangelio: El primer anuncio de redención hecho a la humanidad acerca de la destrucción total de Satanás y del pecado.

Una enemistad profetizada

Estudiemos Génesis 3:15 con detalle. Primero, consideremos lo que Dios le dijo a Satanás: «Y pondré enemistad entre ti y la mujer». Esta enemistad se refiere a una hostil oposición; la palabra «enemistad» (heb. eibá) tiene la idea de un enfrentamiento entre dos partidos o bandos opuestos. Debido al pecado, Eva sería odiada por Satanás y enfrentaría una ardua ofensiva de su parte. El pasaje no parece indicar otra razón distinta a que Eva dará a luz a la «simiente» que aplastaría la cabeza del diablo. En otras palabras, el repudio de Satanás hacia la mujer se debe a que ella tiene la facultad de engendrar vida, la misma que él pretendía acabar en el Edén.

Génesis 1:28 nos enseña que Eva fue diseñada como ayuda idónea de Adán para cumplir esta importante labor: sojuzgar con su esposo la tierra y multiplicarse. De allí que Dios diseñó a la mujer con cualidades únicas para llevar a cabo el propósito al engendrar hijos que portaran su imagen en la tierra. Como lo enseña el apóstol Pedro, la mujer fue creada para ser «coheredera de la gracia de la vida» (1 P. 3:7), esto quiere decir que en ella está el don de ‘dar a luz’.

Ahora bien, esta sentencia tiene un doble cumplimiento: a) en la vida de Eva, la receptora original del mensaje y b) en todas las mujeres después de ella. Esta interpretación está sustentada en el hecho de que todas las maldiciones de Génesis 3:15 alcanzaron no sólo a la primera serpiente y a la primera pareja de Edén, sino a todas las generaciones subsiguientes. Eso explica por qué cada mujer que ha dado a luz hijos ha sufrido intensos dolores de parto, y también por qué la tierra sigue siendo un territorio inhóspito en el que el hombre debe ganarse el sustento con el sudor de su frente. De igual manera, la enemistad entre Satanás y la mujer se ha desarrollado a lo largo de la historia de la redención y alcanzó su clímax en el momento del nacimiento de la simiente prometida.

Hacer un estudio minucioso de las evidencias bíblicas de la enemistad que la mujer ha tenido con el diablo escapa a los propósitos de este libro, sin embargo, el lector diligente verá que este patrón se desarrolla a lo largo de toda la historia del cristianismo.[2]

La segunda parte de esta enemistad es la que enfrentarán los descendientes de Satanás y los descendientes de la mujer: «y entre tu simiente, y la simiente suya». En el Antiguo Testamento, la palabra simiente tiene dos usos; cuando está en el contexto agrícola, significa «semilla» o «fruto»; en el contexto del plan de salvación de Dios significa «linaje», «descendiente» o «descendencia» (lea Gn. 22:18; 26:4; 28:14; Is. 6:13[3]; Jer. 2:21; Zac. 8:12[4]).

La primera pregunta que vale la pena hacerle al texto es: ¿quién es la simiente de Satanás? ¿Se refiere a un ser angelical, a los demonios, al pecado o al anticristo? Se han ofrecido muchas interpretaciones, pero la respuesta que más se ajusta a la unidad teológica de la Biblia es que estos descendientes son todos aquellos que, habiendo rechazado a Dios y estando destituidos de su gloria, sirven a los propósitos del reino de Satanás. En otras palabras, se refiere a todos los opositores de Dios a lo largo de la historia, los pecadores, quienes han sido suficientemente señalados en los dos testamentos. Veamos algunos ejemplos.

Caín

Génesis 4:1-15 relata la historia de los primeros hijos de Adán y Eva. Caín era un agricultor y su hermano Abel era un pastor de ovejas. Las Escrituras enseñan que cierto día Abel trajo una ofrenda al Señor de lo mejor de su rebaño, mientras que Caín seleccionó lo que sobraba.

Cuando los hermanos dedicaron las ofrendas en presencia del Señor, él vio con agrado la adoración de Abel, pero despreció la de Caín. Como consecuencia, Caín mató a su hermano, consumido por la envidia. La historia, que concluye con el destierro del joven, nos muestra el intento de Satanás de eliminar a los verdaderos adoradores de la faz de la tierra.

La generación de Noé

Conforme avanzaron las generaciones, la Biblia nos cuenta que la maldad del ser humano creció sin precedentes (Gn. 6:5). Esta generación se caracterizaba por ser asesina, mentirosa, idolatra, lo cual trajo enemistad con Dios. Sin embargo, Noé halló gracia ante los ojos del Señor (v. 8). Él propuso en su corazón alejarse de aquella gente perversa, a pesar de que muchos de ellos amenazaron con matarlo. Firme en la Palabra de su Dios, construyó el arca que lo salvó a él y a su familia del diluvio.

Las naciones de Canaán

Tanto Egipto como las naciones paganas de Canaán son una muestra inequívoca de aquellos que hacían parte de la simiente de Satanás. Sobre los pueblos que habitaban la región del medio oriente en tiempos de los reyes de Israel, la Escritura enseña que tenían dioses falsos, adoraban a los demonios, sacrificaban a sus propios hijos como ofrenda y cometían todo tipo de asesinatos e injusticias en contra del pueblo de Dios.

Las guerras entre los reyes piadosos de Israel y los paganos gobernantes de las naciones vecinas demuestran la constante enemistad entre los descendientes de la promesa y los descendientes del diablo. Cada victoria y cada derrota del pueblo de Israel era una señal del cumplimiento de Génesis 3:15. A pesar de la maldad de ese tiempo —y las constantes amenazas de muerte y destrucción total— Dios preservó en cada generación un número de descendientes que se opuso fervientemente a las acechanzas de Satanás.

Herodes el Grande

En el tiempo del nacimiento de Jesús, la Biblia relata que unos reyes de oriente visitaron el palacio del rey Herodes (gobernador de Judá) para preguntarle sobre el nacimiento del descendiente prometido al rey David cientos de años atrás (lea Gn. 2; cp. 2 S. 7:12). La razón de la visita era que los reyes habían visto en el cielo una estrella, señal que, de acuerdo con sus predicciones, anunciaba el nacimiento del gran rey de Israel.

Asustado por el riesgo que suponía esa noticia para su dinastía, Herodes mandó a matar a todos los niños menores de dos años que se encontraban en las regiones de Belén de Judá, lugar en el que los profetas habían anunciado el nacimiento del niño. Pero Dios envió un ángel a José, el padre adoptivo de Jesús, quien le dijo que huyera al desierto de Egipto para escapar del macabro plan de Herodes. Así, María y José guardaron la vida del recién nacido. Una vez más, vemos un conflicto entre dos bandos opuestos, uno guiado por Satanás y otro guiado por el Señor.

Los fariseos

La prueba más contundente acerca de la identidad de la simiente de Satanás de Génesis 3:15 se nos presenta en el evangelio de Juan. Dirigiéndose a los fariseos que querían asesinarlo, Jesús reprochó con dureza:

Ustedes son de su padre, el diablo, cuyos deseos quieren cumplir. Desde el principio este ha sido un asesino, y no se mantiene en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando miente, expresa su propia naturaleza, porque es un mentiroso. ¡Es el padre de la mentira! Y sin embargo a mí, que les digo la verdad, no me creen. ¿Quién de ustedes me puede probar que soy culpable de pecado? Si digo la verdad, ¿por qué no me creen? El que es de Dios escucha lo que Dios dice. Pero ustedes no escuchan, porque no son de Dios (Jn. 8:44-47 NVI).

Entonces, ¿quiénes son los hijos del diablo? Todos aquellos que no escuchan la verdad de Dios sino las mentiras de Satanás.

  • La simiente de Satanás: son todos los incrédulos durante todos los tiempos que viven bajo el yugo de la esclavitud del pecado.

Una victoria asegurada

Los anteriores ejemplos demuestran quiénes hacen parte de la simiente de Satanás, pero todavía queda una pregunta por responder: ¿a quién o a quiénes se refiere Génesis 3:15 con «la simiente suya», refiriéndose a la decendencia de la mujer?

Los judíos más ortodoxos dicen que la palabra «simiente» en este pasaje debe traducirse en plural, es decir, como un grupo de descendientes y no una persona en particular. Apoyan esta interpretación basados en la promesa que Dios le hizo a Abraham en Génesis 22:17: «Bendiciendo te bendeciré, y multiplicando multiplicaré tu simiente como las estrellas del cielo, y como la arena que está a la orilla del mar; y tu simiente poseerá las puertas de sus enemigos».[5] De acuerdo con el Antiguo Testamento, esta promesa se cumple en parte con el establecimiento de la nación de Israel en Canaán y su apogeo político-militar. Sin embargo, negar que la simiente a la que se refiere tanto Génesis 3:15 como 22:17 apunta también a una persona especial es sustraer el núcleo de la Biblia.

Como mencioné anteriormente, distintas citas del Antiguo Testamento se refieren al mesías prometido como un descendiente de Abraham. Así mismo, los profetas anunciaron en repetidas ocasiones que uno del linaje de David se sentaría en el trono real para siempre y gobernaría el mundo (cp. Mt. 1:1). Antes de iniciar el periodo inter-testamentario, el profeta Malaquías anunció la venida de un salvador que cumpliría las promesas hechas a Abraham, a Moisés y a David. Sin embargo, tenemos una prueba de gran peso para afirmar que la simiente de la mujer no sólo se refiere a un pueblo que sería redimido de la esclavitud, sino también a un hombre que lograría ese propósito.

Así es como Pablo interpretó la promesa hecha a Abraham en la antigüedad: «Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo» (Ga. 3:16). Y si Cristo no tiene descendientes físicos, ¿cómo su decendencia llegaría a ser incontable como la arena del mar? Los descendientes de Cristo son todos los salvos por la fe en la promesa de redención. Así lo expresa el apóstol Juan en el libro de Apocalipsis:

Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero (Ap. 7:9-10).

Es así como en Génesis 3:15 se anuncia a Cristo, el salvador del mundo, y a su pueblo con él (la Iglesia). No en vano Pedro utiliza el mismo lenguaje genealógico en su primera epístola, diciendo que los creyentes en Cristo son «linaje escogido[6], real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios» (1 P. 2:9).

  • La simiente de la mujer: Cristo es la simiente prometida desde el principio de la caída para aplastar la cabeza de Satanás.

Una herida anunciada

Génesis 3:15 finaliza con este anuncio: «esta te herirá en la cabeza y tú le herirás en el calcañar». Si Cristo es la simiente de la mujer y la serpiente representa a Satanás, la primera gran noticia que grita a voz de cuello el Génesis es que Dios destruirá las obras del diablo por medio de Jesucristo. Él es la simiente aplasta cráneos que hará que su enemigo muerda el suelo y lama el polvo de la tierra (cp. Ro. 16:20).

Es a este descendiente anunciado a quien Dios el Padre le promete victoria sobre la muerte y el pecado. En algún momento de la historia la mujer daría a luz a una persona que tendría el poder de restaurar el reino perdido de Edén y traer una paz duradera sobre la tierra. Cuando se cumpliera el tiempo, Dios mismo sentaría a este descendiente en el trono de la majestad hasta poner a todos sus enemigos bajo el estrado de sus pies (1 Co. 15:25).

Sin embargo, el texto señala que conseguir esa victoria sobre Satanás le costaría a Cristo una herida en el talón. Sí, Dios profetiza un glorioso triunfo, pero a través de un amargo sufrimiento. Aun así, el dolor de la mordida de la serpiente será menor si se compara con el enorme beneficio de su muerte.

En conclusión, Génesis 3:15 nos recuerda que Dios le ha dado al ser humano una promesa de redención de manera voluntaria y unilateral, por el puro afecto de su voluntad. La promesa no le es dada a la primera pareja a causa de sí misma, sino debido a la misericordia y santidad de Dios. Los seres humanos no hicieron nada para merecer tal ofrecimiento, más bien era dignos del castigo eterno. Pero en su infinita bondad, Dios ve la condición del hombre y le extiende su mano. En medio de sentencias y castigos, el Padre celestial anuncia las buenas nuevas de salvación.

  • Redención mediante el sufrimiento: La Biblia anuncia que la victoria de Cristo sobre Satanás sería a través del sufrimiento, reflejado en su martirio en la cruz del Calvario.

Del desarrollo de esta noticia a través de toda la Biblia hablaremos en los próximos capítulos, por ahora le invito a desarrollar la guía de estudio a continuación.

  • Pasaje para memorizar: «Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo» (Hch. 2:35-36).

Guía de estudio

  1. Haga un mapa mental que resuma los capítulos 1, 2 y 3 de Génesis y comparta su contenido con un amigo o familiar.
  2. Lea Juan 8:44-47 y haga una reflexión sobre las declaraciones de Jesús sobre la identidad de los hijos del diablo. ¿Le resulta fácil o difícil asimilar estas declaraciones? ¿Por qué?
  3. ¿Qué cree que es lo que permite que un pecador llegue a ser contado como parte de la simiente de Cristo y reciba las bendiciones prometidas a su descendencia?
  4. Comparta con su familia acerca de la justicia y la misericordia de Dios en el relato de Génesis 3:14-19. ¿Cree que se puede ser justo y al mismo tiempo misericordioso frente a una situación de pecado? ¿Qué ejemplos cotidianos puede dar sobre este aparente dilema?
  5. Desafíese a compartirle a un familiar o amigo acerca de la promesa de salvación que anuncia Génesis 3:15.

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[1] El tema de la simiente de la mujer como una simiente aplastadora de cráneos es abordado de manera amplia por el teólogo James M. Hamilton Jr. en su artículo: “La simiente de la mujer -simiente aplastadora de cráneos: una interpretación intrabíblica de Génesis 3:15”.

[2] Un pasaje que sintetiza la lucha profética entre la mujer y el diablo se encuentra en Apocalipsis 12:1-6. Aquí, la mujer vestida del sol ha sido interpretada por varios teólogos como la nación de Israel, quien engendró al mesías, el Señor Jesucristo, la simiente prometida en Génesis 3:15.

[3] En este pasaje el descendiente prometido se compara con una semilla que se convierte en un gran árbol.

[4] El profeta señala al descendiente prometido como una simiente que traerá paz, la cual brotará de la vid, esto es, la nación de Israel.

[5] Traducción de la Reina Valera Actualizada (RVA). Otras versiones prefieren traducir la palabra simiente (heb. zéra) como decendencia.

[6] La palabra «linaje» (gr. génos) se traduce aquí como familia. Lleva la idea de una consanguinidad de tipo genética que distingue a un grupo de personas como miembros de una misma familia. Génos se usa otras siete veces en el Nuevo Testamento (Hch. 7:13; 13:26; 17:26, 28, 29; Fil. 3:5; 1 P. 2:9; Ap. 22:16) y en tres ocasiones apunta a la genealogía de los hijos de Dios en el mesías prometido.

Este artículo hace parte del tercer capítulo del libro: Buenas nuevas para un mundo en crisisescrito por Harold Cortés. Todos los derechos reservados.

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